Con la esperanza intacta

Morirse haciendo política en nuestra patria parecía algo tan natural, como la vejez misma. Con Perón, Alfonsin o Illia se podría inferir que esta consigna se repetía. La diferencia más importante está dada, sin dudas, en aquél que murió ejerciendo su tercera Presidencia. Perón había venido a gobernar, reconciliar; pero sobre todo, a morir en su tierra. Los otros ex Presidentes fallecían octogenarios y aunque reconocidos por su pueblo, suficientemente alejados del poder insalubre. Néstor Kirchner asombra en su aparición. Ese hombre de 52 años ungido con apenas un 22 por ciento del electorado, lo empezamos a conocer a la velocidad de la luz. Generó esperanza, orgullo, dignidad y respeto. Empezó ejerciendo el poder, el mismo día que su contrincante se retiraba de la segunda vuelta, con aquella declaración que lo mostraba tal cual era: Bronca y convicciones. Quería cumplir con la ley y la segunda Vuelta. Todo su mandato estaría marcado por esa impronta enérgica de realizaciones y anuncios que se verificaban luego en forma inmediata, en hechos. Él sabia que el anuncio de la clase media porteña con esa consigna que puso en “en capilla” a toda la dirigencia política argentina, podría volver a repetirse en cualquier momento. Que se vayan todos significaba algo para todos los que habíamos estado. Menos para él. Vino a poner en LIBERTAD CONDICIONAL a la dirigencia de todos los partidos, no sólo del nuestro. Fue como si el maestro dijera, “miren, aquí hay una oportunidad, desde el mismísimo infierno en que estamos; el que no sepa usarla, quedará del lado de los que se fueron. Sabía perfectamente que tenia una sola chance de generar poder, credibilidad y darle valor a la palabra. Con el mensaje y convocatoria de recuperar la autoestima, volvía a meter a todos los argentinos en la política; la mejor manera de involucrar a todos. Sabia que lo que tenía que afrontar, sólo lo podía hacer CON TODOS detrás o al lado o en la calle. Y así empezó. Tomando un micrófono en cadena nacional y denunciando la extorsión de la vieja Corte Suprema, que dormida en el desprestigio, había perdido el olfato sobre lo que se venía. Bastaron unos pocos meses para que sin violar una coma de la Constitución Nacional, produjera el primer impacto interno e internacional. Ese Kirchner que empezamos a conocer, obviamente, no se quedó con un triunfo mediocre de esa movida gigante con todo el Congreso cercado por la propia gente. No iba a transformar en pírrica esa victoria, poniendo en esa misma corte a desconocidos o genuflexos que en pocos días desnudaran los mismos defectos que la anterior. Claro que, en el plano social nada había cambiado; hambre, inestabilidad y desocupación seguían estando allí. Pero había comenzado por el orgullo, por la recuperación de la fe y la esperanza de sus compatriotas. Aquéllos que le harían el aguante en las batallas más duras que vendrían. Dignidad y autoestima eran los ingredientes imprescindibles para ganar la calle… Por si las dudas. Estábamos conociendo a un hombre meticuloso, gestor, economista, hiperquinético, operador de sus propias decisiones, metido y obsesivo con el retardo burocrático. En fin, estábamos conociendo a alguien que sabía gobernar; que sabía que tenia una sola oportunidad. No la iba a dejar pasar. Disciplina y equilibrio fiscal, superávit financiero y comercial, re direccionamiento del gasto, inversión y obra pública. Rápidamente, nos acostumbramos a escuchar conceptos que no eran parte de la jerga militante. Se había terminado el libreto y los discursos para la toma del poder, tan desarrollados en los ´70. Estaba en el gobierno, tenía que construir poder. Y además, tenía que gobernar y encontrar las soluciones de los problemas que seguían estando y habían generado el QUE SE VAYAN TODOS. La economía, su pasión y desvelo, presentaba dos obstáculos, aparentemente insalvables. Escaso consumo y actividad económica interna, y nulo crédito externo. Por dónde empezaría? Por la necesidades internas para que el país se pusiera en marcha, empujado por el entusiasmo de esa autoestima en crecimiento. De a poco, pero sin detenerse empezó a moverse la gigantesca maquinaria productiva y de consumo. Lo que no teníamos, lo debíamos fabricar. Nadie nos iba a prestar nada hasta que demostráramos que éramos capaces de pagar. Así empezó a sorprender a los gurúes de todos los países y organismos que hablaban nuevamente del “milagro argentino”, llevado por un hombre que sabia de economía más que los propios economistas. El golpe de gracia estaba listo. A la DEUDA EXTERNA no hay que amenazarla con el discurso, al estilo de aquéllos que se hacían aplaudir con el default, pero que no iban a llevar a los hechos, las promesas. Ese error nunca lo cometería. Anunció sorpresivamente el pago de la deuda, “VAMOS A HONRAR LOS COMPROMISOS”, dijo pero previa quita que garantice poner arriba de la mesa y a la luz del mundo, la más fabulosa estafa realizada a países en desarrollo. Préstamos absurdos con recetas inservibles. La ya hoy famosa quita argentina de la deuda externa, no sólo fue agenda en todos los foros del mundo moderno, sino que tuvo un sello único y reconocido: Néstor Kirchner. A partir de allí no se detendría… Había que garantizar la continuidad del gobierno y del proyecto. Faltaban muchas reivindicaciones pero decidió no ser él. Haría nuevamente algo inusual para la política y para la gente. Alguien que estaba haciendo casi todo bien, no iría por su reelección. Enumerar la gran cantidad de realizaciones de su mandato y de los que lleva la Presidenta, tornaría larguísima esta nota que trata de mostrar el Kirchner que fuimos conociendo. Ése que siguió militando, como si estuviera en sus primeros días de crisis. Siguió al mismo ritmo, pensando o intentando ser inmortal. Pero inmortal será su recuerdo, sus realizaciones. Fue tan diferente, que se murió cuando se preparaba para ser Presidente de un país muy distinto del que se había hecho cargo. Un país, al que todos ahora quieren gobernar. No es momento de reproches y la necesaria auto-crítica sobrevendrá en el momento adecuado. Hoy Cristina nos necesita, así como el país y su gente necesita a su Presidenta. Lo único que le reprochamos a Néstor, es no haberse cuidado; 60 años son muy pocos, en un hombre que estaba en el momento de madurez necesario para empezar de nuevo a gobernar un país mucho mejor. Pero ya está, la ficción se hace con el futuro, no existe la ficción del pasado, no sirve aquellos ” deberíamos haber hecho”. Nos dejó un reclamo, CUIDEN A ESTA PRESIDENTA. Eso haremos Para completar la historia.