La Plata: de ciudad planificada a ciudad anhelada

Un estudio realizado en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de La Plata sobre la morfología del casco fundacional de La Plata, reveló que gran parte del volumen que es posible edificar en el marco de la normativa vigente no ha sido desarrollado y no guarda directa relación con el espíritu del trazado original.


El análisis morfológico de ciertos sectores presentó una imagen profundamente fragmentada, marcada por una intensa verticalización y grandes diferencias en las alturas de los edificios, lo que impide una lógica clara en el paisaje construido. Además, las alturas máximas permitidas, combinadas con la estrechez de los terrenos, han generado fachadas ciegas y medianeras expuestas. Esta condición rompe la continuidad y el diálogo con el entorno

La investigación forma parte de la tesis doctoral Morfología del espacio urbano. Enfoque desde la tridimensión para lineamientos morfológicos del Casco Fundacional de la ciudad de La Plata realizada por la Dra. Arqa. Andrea Ulacia, dirigida por el Dr. Arq. Fernando Tauber y bajo la codirección de la Dra. Arqa. Viviana Schaposnik.

Morfología urbana

La morfología urbana se vincula a la definición de la tridimensión espacial desde la subdivisión de la tierra y el volumen edificado, limitado por las normas de uso y ocupación del suelo. Es indisociable del marco legal que la encuadra, dado que, al definir límites e indicadores volumétricos, se la limita, orienta o restringe.

Pero la ciudad no se entiende solo desde lo físico. Su forma también refleja decisiones sociales, económicas, políticas y culturales que se fueron tomando a lo largo del tiempo.

Cada calle, cada manzana, cada edificio cuenta una historia sobre cómo vivimos, qué valoramos y cómo imaginamos el futuro de nuestro entorno.

La forma de la ciudad no es azarosa. Está moldeada por cómo se subdivide la tierra y por la edificación que se admite sobre ella. Las reglas que determinan el marco legal, definen qué se puede construir y dónde, e influyen directamente en cómo se organiza el espacio urbano. Estas normas no solo definen límites físicos, sino que también orientan el crecimiento y marcan la capacidad de carga del territorio, definiendo una estructura tridimensional real, figurada y anhelada.

Ulacia, explicó que “claramente la altura que se admite, no guarda relación con el soporte bidimensional del trazado. No se evidencia una particular atención a un ancho de avenida, calle o el frente a un vacío como plazas o parques; así como tampoco a la superficie de la manzana y su vínculo con el centro de la misma. Lo que conlleva a condiciones de habitabilidad de los espacios utilizables, tanto públicos como privados, que podrían ser mejoradas desde su asoleamiento, iluminación, repercutiendo en la calidad de vida de los habitantes”.

“Las lógicas heredadas del urbanismo moderno, que aún persisten en la planificación actual, revelan tensiones entre modelos obsoletos y las demandas de una sociedad urbana en constante transformación. Este escenario invita a reflexionar sobre las formas urbanas vigentes, sus implicancias en la vida cotidiana y los desafíos que plantea su evolución hacia ciudades más habitables, sostenibles, resilientes y coherentes con su tiempo”, remarcó la arquitecta.

La Plata: una ciudad que mezcla geometría, historia y visión moderna

Desde su fundación a fines del siglo XIX como capital de la provincia de Buenos Aires, La Plata se destaca por haber sido diseñada bajo ideales de orden y racionalidad. Su trazado geométrico y su organización urbana no solo reflejan los valores de aquella época, sino que siguen marcando la forma en que la ciudad se vive y se transforma hoy.

El diseño urbano de la ciudad combina líneas rectas y diagonales que se cruzan generando espacios únicos, especialmente en los puntos donde se encuentran avenidas y plazas. Esta trama no solo organiza la ciudad, sino que también crea un sistema verde abierto que le da equilibrio y riqueza espacial. Inspirada en las ideas modernas que llegaban desde Europa,

La Plata se pensó como un símbolo de progreso frente a la Buenos Aires de raíces coloniales. En su trazado se reflejan corrientes urbanas como el higienismo, el funcionalismo y el paisajismo, junto con un estilo arquitectónico que buscaba representar una Argentina moderna y ordenada.

Uno de los elementos más destacados es el eje monumental: una línea central que organiza los edificios públicos de forma jerárquica y que culmina en el bosque, flanqueado por la alteración de la medida de las manzanas y el sistema de las diagonales que refuerzan su carácter simbólico. Las plazas y parques ubicados en las intersecciones de estas diagonales no solo embellecen la ciudad, sino que también aportan armonía y calidad de vida.

Además, su territorio está regulado por una normativa provincial clave el Decreto Ley 8912/77, que establece cómo se debe organizar, usar y dividir el suelo en toda la provincia. Esta combinación entre una planificación histórica y una regulación normativa convierte a La Plata en un caso único para pensar cómo se construyen nuestras ciudades: entre el legado del pasado, las reglas del presente y los desafíos del futuro.

Un mosaico que revela cómo cambió la ciudad

El diseño original de La Plata y las normas que regulan su territorio fueron claves para definir cómo se expandió la ciudad a lo largo del tiempo. Para entender esta evolución, se trabajó con planos y gráficos que muestran cómo se cruzan distintos factores: el trazado de las calles, la forma en que se divide la tierra, los usos del suelo y los volúmenes que se pueden construir. Todo esto se analiza en una línea de tiempo que recorre las decisiones tomadas desde la fundación, sobre el Casco Histórico. Una idea central que se propone es que identificar los límites físicos y simbólicos del tejido urbano puede ayudarnos a crear espacios más habitables. En el caso del casco histórico platense, mirar su forma original con atención permitiría recuperar valores que mejoren la calidad de vida de quienes lo habitan hoy.

En el análisis visual de la evolución normativa de La Plata, se utilizó una serie de esquemas conceptuales que muestran, a través de planos con gradientes de color, las distintas alturas máximas permitidas por cada norma. Esta forma de representar la información permite ver con claridad cómo cambiaron las reglas urbanas a lo largo del tiempo.

En algunos de estos esquemas, se pueden reconocer elementos del trazado original de la ciudad—sus diagonales, plazas y estructura fundacional. Pero en otros casos, esa riqueza morfológica se diluye, y cuesta identificar las particularidades que hacen única a La Plata. Esta comparación visual ayuda a reflexionar sobre cómo las decisiones normativas pueden conservar o transformar la identidad urbana.

Para entender cómo las reglas actuales influyen en la forma de la ciudad, se utilizaron distintas herramientas gráficas que muestran el espacio urbano. Los cortes permiten visualizar el volumen máximo que se puede construir según lo que establece la normativa vigente, y cómo se distribuye ese volumen dentro las parcelas.

A través de estas imágenes, se puede observar la relación entre los edificios y el espacio público—como las calles y avenidas—y también cómo se organizan los espacios privados dentro de cada manzana. Este tipo de análisis ayuda a comprender qué tipo de ciudad estamos promoviendo con las reglas actuales, y qué oportunidades hay para mejorar la calidad de vida en los entornos construidos.

Para complementar el análisis urbano, se trabajó con modelos tridimensionales que permiten visualizar el volumen máximo que se puede construir en cada sector de la ciudad, según lo que establece la normativa vigente. Estas imágenes muestran, con transparencias, cómo sería un “centro de manzana ideal” si se aplicara el Factor de Ocupación del Suelo (FOS) del 0,6 que propone la normativa provincial.

Este enfoque permite comparar lo que realmente existe con lo que las reglas permiten construir. De esta forma, se puede “verificar” lo real en contraste con lo normado, verificando la situación actual, detectando las variantes dentro de lo anhelado por la norma. Es una herramienta visual poderosa para entender cómo se transforma el territorio y qué tan cerca estamos de lograr los entornos urbanos que deseamos.

Este camino de análisis, permitió estimar la respuesta que se tiene respecto a lo admitido, y evaluar el modelo propuesto en base a su soporte.

Una ciudad fragmentada: cuando las reglas no logran construir armonía

El análisis morfológico de ciertos sectores urbanos revela una imagen profundamente fragmentada. La intensa verticalización y las diferencias marcadas en las alturas de los edificios muestran que no hay una lógica clara que ordene el paisaje construido. La heterogeneidad del entorno inmediato impide la conformación de frentes continuos, y la multiplicidad de tipologías arquitectónicas refuerza la ruptura del tejido original.

Las alturas máximas permitidas, sumadas a la estrechez de los terrenos, generaron fachadas ciegas y medianeras expuestas, sin operaciones morfológicas que articulen, completen o enrasen los edificios entre sí. Además, la alternancia normativa, la aplicación de incentivos volumétricos y la falta de una mirada integral en el tratamiento de cada parcela llevó a la proliferación de bloques aislados, incluso en manzanas que no cuentan con la superficie necesaria para preservar el vacío central.

Esta condición, marcada por la exposición de medianeras sin continuidad ni diálogo con el entorno, plantea la necesidad de revisar la normativa vigente desde una perspectiva tridimensional, que permita recuperar la calidad espacial del área central y revalorizar su estructura fundacional. Debería ser una oportunidad para la revisión de las alturas máximas permitidas, en función del soporte tridimensional y la ubicación de las manzanas dentro del trazado original, contemplando desde la norma que se mantenga el centro de manzana como camino para mejorar la habitabilidad del sector que se verticaliza.

“La ciudad se debería construir como un conjunto coordinado de partes, que desde lineamientos morfológicos comunes contribuyan a la definición del todo para la mejora de las condiciones de habitabilidad y calidad de vida de sus habitantes. Se promueve pensar la percepción urbana de los ciudadanos como un valor identitario que potencie sus particularidades y oriente su desarrollo”, remarcó la investigadora.